El lenguaje balompédico está lleno de anagramas que esconden mensajes
De nuevo, anagramas balompédicos o, dicho de otro modo, palabras de fútbol cuyas letras, en otro orden, dan lugar a nuevos términos con sus respectivos significados. Ya descubrimos esta magia con algunos equipos y, ahora, es el turno de variados vocablos.
Es el caso de ambliope (balompié), persona que tiene disminución de la vista sin lesión orgánica en el ojo. O el de bonal (balón), terreno encenagado, que mal funcionaría como campo de fútbol. También el de trucha (chutar), ese pez de agua dulce que daba nombre al futbolista Günter Siebert. Hay muchísimas posibilidades.
Del córner al rencor
Algunos casos se complican, porque los anagramas se multiplican. Por ejemplo, de córner surgen cerrón (lienzo basto fabricado en Galicia), corren y rencor, que no necesitan definición. Con penalti, en cambio, se forman atiplen (de atiplar, elevar la voz o sonido de un instrumento), platine (de platinar, cubrir un objeto con una capa de platino) y pletina (pieza metálica y dispositivo para grabar y reproducir cintas en casete).
El portero, por su parte, muta en potrero (encargado de cuidar los potros), en tropero (conductor de tropas de ganado) y en reporto, pero es que el arquero lo hace en raquero (ratero) y en roquera (tanto de rock como de roca), mientras el guardapalos se convierte en apulgarados (relativo a la fuerza que se hace con el pulgar).

De portería a pretoría
Todavía en esa posición del campo, la portería se convierte en pretoría (dignidad del pretor), aunque también en pitorrea, en repartió y en repatrió. Meta transmuta en mate (ya sea la infusión, el lance del ajedrez, algo sin brillo o el singular del presente de subjuntivo del verbo matar) y en tema (de temer, o bien asunto o materia de discurso). ¿Y paradón? Anoten, que la lista es larga: podarán, doparán, Pandora, parando, rapando, apondrá (de aponer, adjuntar un nombre o una construcción nominal a un sustantivo o a un pronombre de modo que formen aposición) y arpando (de arpar, arañar).
El portero, por cierto, no es el único jugador anagrameable. Si eres defensa, no te enfades, y si eres medio, no tengas miedo. Con las letras de delantero se forman enlodarte (mancharte, embarrarte), entoldaré (cubriré con toldos) y tendalero (tendedero). Y con las de lateral, llareta (una planta de Chile), retalla (de retallar, volver a pasar el buril por las rayas de una lámina gastada), tallaré y tallera (en Chile, que bromea). El volante también actúa de ventola (esfuerzo del viento contra un obstáculo), voltean y levanto.
De la rabona al rábano
Tampoco se libran el árbitro (barrito, orbitar) o referí (fierre, guarnecer con hierro; freire, caballero o sacerdote de órdenes militares; freiré y refríe) ni algunos aficionados, como el culé (luce) y el colchonero (choclonero, en Chile, persona que acostumbra a participar en choclones, muchedumbres desordenadas de personas). El fuera de juego u órsay se transforma en rayos, royas (de roer, o bien, en León y Zamora, frutas no maduras) y yaros (aros, o bien personas de un pueblo indio que habitaba en Uruguay).
Por último, aunque hay más casos que dan para otro artículo (o dos), los regates y algunos tipos de remates también ocultan mensajes. Donde unos ven un caño, otros aprecian una coña (guasa) o una ñoca (persona falta de un dedo o una mano). De la rabona nacen abonar, oraban y rábano, y reordenar las letras de chilena trae palabras como chinela (calzado de estar por casa), enchila (de enchilar, condimentar) y lechina (en Venezuela, varicela). Eso sí, nada como hacerle un sombrero (borremos) al rival.