Cantona, Garchitorena, Vinnie Jones… algunos jugadores profesionales descubrieron en el séptimo arte su otra ilusión
En entradas anteriores vimos a multitud de futbolistas que han hecho sus pinitos en el mundo de la interpretación, casi siempre como reclamo para la película o serie en cuestión, o como herramienta de propaganda política en ciertos momentos de la historia. En esta ocasión, sin embargo, es el turno de los jugadores profesionales que encontraron en el séptimo arte su otra gran pasión e hicieron carrera en la gran pantalla cuando colgaron las botas. Sus nombres son conocidos por el gran público y todos ellos coinciden en su actitud arrojada e irreverente ante la vida.
Por orden de aparición, el primero de la lista es Juan Torena –nombre artístico de Juan de Garchitorena de Carvajal–, futbolista del Barcelona entre 1915 y 1919 que terminó en Hollywood por los caprichos del destino. Descendiente de una familia bien, nació en Filipinas cuando procedía a independizarse de España, un detalle que marcó su camino en el mundo porque, cuando años después llegó a Barcelona, carecía de pasaporte español y tuvo que tirar de contactos para falsificarlo. Nada hubiera ocurrido, posiblemente, si no se hubiera metido a futbolista –en aquellos años no se permitía la inscripción de jugadores extranjeros–, pero el Espanyol detectó el fraude y denunció. De inmediato, el club azulgrana, que dijo no saber nada de su situación irregular, lo apartó del equipo, y Garchi regresó a Filipinas para gestionar los negocios familiares y arruinarse en los casinos, entre whisky y whisky. En el viaje de vuelta paró en California, y el resto es historia, pues su galantería y su don de gentes le permitieron codearse con el círculo elitista e, incluso, ponerse delante de la cámara.

Indomable
El nombre de Juan Torena aparece en unas 40 películas desde su primer papel (Sombras habaneras, de Cardona, 1929) hasta sus últimas interpretaciones, en los inicios de la década de 1950. Su mejor momento, no obstante, fueron los años 30, en los que se puso en la piel de personajes relevantes en filmes como Del mismo barro (1930), de Howard; El valiente (1930), de Harlan; Camino del infierno (1931), del mismo director; El impostor (1931), de Seiler; Eran trece (1931), de Howard; Nada más que una mujer (1934), de Lachman; De la sartén al fuego (1935), de Reinhardt; El crimen de media noche (1936), de Ray y Topete; El capitán Tormenta (1936), de Reinhardt; El romance del palmar (1938), de Peón; y Verbena trágica (1938), de Lamont. Coincidió en el set de rodaje con estrellas como Tyrone Power y Barbara Stanwyck. Se casó con la actriz Natalie Moorhead.
Otro futbolista-actor (a veces, estos dos conceptos van unidos) que no puede faltar es el inefable Eric Cantona (Olympique de Marsella, Manchester United), personaje polémico donde los haya. Colgó las botas en 1997, pero para entonces ya había debutado en el cine con La alegría está en el campo (1995), de Chatiliez. Su interpretación, digamos, no fue merecedora de ningún premio, pero puso la semilla en ese mundo y poco después, una vez retirado, le llegaron más oportunidades en la gran y en la pequeña pantalla. Ni muchas ni pocas ni todo lo contrario: una decena y media, una cantidad perfecta para alguien tan polifacético y ocupado como él. Por ejemplo, hay que destacar su participación en Elizabeth (1998), de Kapur; en Mookie (1998), de Palud, donde obtuvo el primer papel protagonista; en La fortuna de vivir (1999), de Becker; en La Grande vie! (2001), de Dajoux y, después, también en L’outremangeur (2003), de Binisti; en la comedia La vie est à nous!, de Krawczyk; en Les Clefs de bagnole (2003), de Baffie; en Buscando a Eric (2009), de Ken Loach; en Switch (2010), de Schoendoerffer; en Les rencontres d’après minuit (2013), de Gonzalez; The Salvation (2014), de Levring, y en la serie Recursos inhumanos (2020), entre otros. Ninguno de los proyectos en los que ha participado es una obra maestra, pero ahí está su currículum.

Un leñero profesional
Y de tipo duro a tipo duro, o «leñero profesional», como bautiza a Vinnie Jones (Leeds, Chelsea, Wimbledon, QPR) Carlos Marañón en el libro Fútbol y cine. Como Cantona, él también descubrió el cine en sus últimos tiempos en activo. Tenía 33 años cuando Guy Ritchie lo llamó para ofrecerle un papel de matón a sueldo en Lock, Stock and Two Smoking Barrels (1998), y ahí sigue 25 años después. Cabe mencionar que le dieron un premio al mejor actor debutante por aquella interpretación, que le abrió las puertas para otras películas, como 60 segundos (2000), de Sena, junto a Angelina Jolie y Nicolas Cage; Snatch: cerdos y diamantes (2000), a las órdenes de su descubridor, y Operación Swordfish (2001), de nuevo con Sena. El listado es largo, pues acumula más de medio centenar de trabajos, de los que se pueden subrayar algunos, caso de Mean Machine (2001), de Skolnick; X-Men: la decisión final (2006), de Ratner; Matar al irlandés (2011), de Hensleigh; Plan de escape (2013), de Hafstrom, con Sylvester Stallone de protagonista; La desgracia de Ron Hopper (2019), de Falero y, más reciente, Bullet Proof (2022), de Clayton, amén de otras participaciones en filmes y series.
Marañón también incluye en esta relación fílmico-futbolística al turco Tamer Balci, que «llegó a jugar al fútbol y al retirarse se convirtió en un actor especializado en papeles atléticos», como el de Tarzán en Tarzán contra el Mau-Mau (Tarzan Istambul’da, 1952), de Atadeniz. Participó en 14 proyectos cinematográficos hasta 1977. Y, para terminar, hay que reservar un lugar para otros jugadores que se sumaron a la fiesta del cine, como Luis García Postigo (Pumas, Atlético, Real Sociedad, América, Atlante, Morelia, Puebla), ahora convertido en actor de doblaje; Martin Compston, que no pasó de la Tercera División escocesa y optó por el mundo de la farándula, y Thomas Hanzon, que sí debutó en la máxima categoría de Suecia, pero colgó las botas para ponerse encima de los escenarios con infinidad de obras, series y películas. Por cierto, para los curiosos, Sean Connery rechazó una oferta del Manchester United porque la vida de futbolista era muy corta: «Decidí ser actor, que resultó ser una de mis decisiones más inteligentes».
