‘El último símbolo’ (Prime Video) repasa la evolución del jugador y también de la persona, con sorprendentes críticas a actores del mundo del fútbol
Ameno, emotivo y sorprendente, Fernando Torres, el último símbolo (Amazon Prime Video) sí aporta —al contrario de lo que ocurre en otros documentales sobre futbolistas— detalles interesantes de la vida personal y deportiva de uno de los futbolistas más destacados del balompié español: el Niño. La sensación que deja el reportaje dirigido por José Ortuño y Laura Alvea es que el fuenlabreño, un tipo introvertido al que el deporte ha ayudado mucho a crecer, ha sido feliz a ratos y, sobre todo, con los suyos. Porque dentro de este mundillo también son muchos quienes le han decepcionado. Y no lo oculta.

La historia empieza cinco días antes de la retirada deportiva de Fernando Torres, y repasa toda su trayectoria. Es más, recuerda cada una de las etapas vividas in situ: en el Vicente Calderón, en el Wanda Metropolitano, en Anfield y en Stamford Bridge. Su estancia en Milán fue casi testimonial y un paso necesario para regresar al Atlético, ese club que ayudó a levantar, primero, generando una ilusión en la afición cuando debutó siendo menor de edad y el equipo estaba en el infierno de la Segunda División. Y, después, siendo generoso para marcharse, a la espera de que el dinero que el Liverpool pagó por él sirviera para reconstruir una entidad que Jesús Gil dejó en horas bajas. Ganaron todos.

Competir: la obsesión de Torres
El último símbolo muestra al Niño más maduro, al Torres persona, un chaval que se hizo del Atlético por su abuelo y que, por los valores del club, nunca quiso oír hablar del Real Madrid. Ese jugador con estrella, al que el destino ha llevado a la gloria, pero no como él la esperaba. Además, el delantero eligió el fútbol sobre la publicidad —que tampoco le faltó—, porque tenía claro lo que quería: competir. Porque, como decía su mentor y protector, Luis Aragonés, el fútbol no entiende de pasado ni futuro; solo vale el presente: ganar, ganar, ganar y ganar. Y volver a ganar. Un inconformista que siempre trató de lograr títulos y, una vez retirado, se ha dado cuenta de que no es lo más importante de su profesión.

Fernando Torres lo niega, pero se le ve algo resentido. Ha sido pieza clave en los éxitos de la Roja (con el gol que dio a España la Eurocopa del 2008, y jugador destacado en los otros dos éxitos recientes de la selección: el Mundial del 2010 y la Eurocopa del 2012). De hecho, el equipo nacional siempre fue su refugio, y siempre rindió, porque aquel grupo era una familia, y él se sentía como en casa. También se sintió así en el Atlético, por su afición, y en el Liverpool, hasta que le decepcionaron por las promesas incumplidas y por su triste manera de salir: los entonces gestores del club lo crucificaron con la ayuda de la prensa. Lo echaron a los leones. Su entorno lo recuerda. Y en el Chelsea nunca llegó a encontrarse porque no terminó de encajar en lo humano. No era su lugar.
Triunfos agridulces
Y sí, seguramente no disfrutó ningún título tanto como la Eurocopa del 2008, en la que él fue protagonista, y la Europa League del 2018 con el Atlético. Porque en la final del Mundial del 2010 terminó llorando, triste, dado que se lesionó en los últimos segundos, ya después del gol de Andrés Iniesta, y fue incapaz de celebrar el éxito como a él le habría gustado. Tampoco saltó demasiado con los títulos que logró con el Chelsea, porque allí no era feliz. No lo oculta en el documental, como tampoco sus discrepancias con el Cholo Simeone a su regreso al Atlético, ya que lo apartó, quién sabe si por motivos deportivos, por celos del ídolo, o por ambas. Así, cabe destacar que El último símbolo recoge también la versión del técnico, así como la de otro entrenador con el que tampoco cuajó: José Mourinho. ¡Saltan chispas en esta película de 1 hora y 47 minutos!