Desde el gol hasta el huy, un partido de fútbol es una mina de expresiones y sensaciones breves
Decía Johan Cruyff que «jugar al fútbol es muy sencillo, pero jugar un fútbol sencillo es la cosa más difícil que hay». Y, hablando de sencillez, no hay nada más simple que lo primario. Las reacciones de jugadores y aficionados responden a la esencia animal del ser humano; por ello, es fácil encontrar onomatopeyas, interjecciones y monosílabos durante un partido de balompié. ¿Hay algo más primitivo que eso?
Basta con escuchar el grito de los hinchas cuando su equipo mete la pelota en la portería contraria. Gol. ¡Goooooool! Cuánto sentimiento encogido en tal brevedad y concisión. Los seguidores aplauden (¡plas, plas! o ¡clap!, ¡clap!). Si, además, el juego desarrollado por el equipo es de bella factura, empiezan a entonar el clásico ¡olé! Y, si ese tanto les convierte en campeones, cantarán a coro ¡oeee, oe, oe, oe, oeee, oeee!
Abucheos y ocasiones perdidas
Los partidos rara vez son fáciles ni siquiera para los favoritos. No hay rival pequeño. En todo caso, es habitual que una parte de la afición local silbe (¡fiuuu!) o abuchee (¡bu!) al equipo contrario, o a uno de sus jugadores si realiza una entrada a destiempo y daña a uno de los suyos. ¡Qué dolor!, ¡ay! El agresor, para colmo, se quita de encima al árbitro con desdén (¡bah!) cuando este le llama la atención y le amenaza con la amarilla.
En cuanto al partido en sí, hay momentos de todo. Pero es curioso que una misma acción provoca sensaciones encontradas en uno y otro lado. Es el caso de las ocasiones claras de gol: si un jugador dispara muy ajustado al palo, su tiro pega en el poste (¡clanc!) o el portero realiza una gran parada, los aficionados del equipo que ataca se lamentarán (¡uy! o ¡huy!). Por el contrario, los hinchas del conjunto que se defiende respirarán (¡uf!).
El árbitro y su silbato
Por cierto, los locutores y narradores de los partidos también aderezan sus retransmisiones con onomatopeyas, en especial cuando un futbolista logra un gol: ¡bum!, ¡ra-ta-tá!
Pase lo que pase, el partido empieza y termina cuando el árbitro hace sonar su silbato. ¡Piii!, ¡piii!, ¡piiiiiii!