Por tierra, mar y aire, ningún medio de transporte se le resiste al deporte
Cantaba La Orquesta Mondragón: «Viaje con nosotros si quiere gozar. Viaje con nosotros a mil y un lugar. Y disfrute de todo al pasar, y disfrute de las hermosas historias que les vamos a contar». El fútbol es un poco eso, viajes y viajes en los medios de transporte más variopintos: por tierra, mar y aire.
Comencemos por la tierra. Los jugadores más habilidosos hacen bicicletas (jugada que consiste en pasar ambas piernas de manera consecutiva por encima del balón, de dentro hacia fuera y sin tocarlo, para engañar y regatear al adversario). No es necesario para ello que los ases tengan un potente tren inferior. Eso sí, a menudo, los futbolistas más espectaculares conducen demasiado el balón; de los más veloces diremos que son como motos, o como un coche de Fórmula 1, sobre todo si encuentran una autopista, un carril por el que correr y correr sin encontrar oposición.
Todos a remar
Asimismo, es un error pensar que un partido es pan comido y que la victoria está asegurada sin bajar del autocar. El rival también juega y, a veces, le funciona la táctica de plantar el autobús. Si esta surte efecto, el equipo favorito sufrirá un patinazo. Si, por fortuna para él, es el líder destacado de la tabla clasificatoria, todavía verá a los perseguidores por el retrovisor a pesar del traspié.
Ya en el mar las cosas se complican. El fútbol no es deporte acuático y, si los jugadores no reman en la misma dirección, si el equipo hace agua, se irán a pique y naufragarán. Los más comprometidos lamentarán tanto nadar para morir en la orilla.
¡A volar!
Finalmente, del aire poco hay que decir. Los balones bombeados que cogen altura son globos, mientras que a un futbolista fuera de forma los rivales le pasan como aviones.
*Inspirado en el artículo Fútbol es cultura, de Fundéu.