Pepe Gálvez y Guillem Escriche narran ‘El partido de la muerte’ como nadie lo ha hecho
Año 1941. Alemania invade la Unión Soviética y ocupa el territorio de Ucrania. La temporada de fútbol, un deporte con gran interés en la zona, se suspende. Algunos jugadores del potente Dinamo de Kiev son reclutados y enviados al frente; otros, en cambio, permanecen en la ciudad y, tras la ofensiva nazi, se convierten en prisioneros de guerra. A partir de aquí, todo el drama que uno se pueda imaginar en un conflicto de estas características es poco, pero el deporte llevó algo de esperanza a la población. Una esperanza que nació en la panadería estatal número 3 de Kiev.
En tiempos de miseria, no hay mejor lugar para trabajar que una panadería. Esta la regentaba Iosif Kordik, de origen alemán y gran aficionado al Dinamo. Y fue él quien dio trabajo al portero del equipo, Nikolai Trusevich, quien, a su vez, hizo todo lo que estaba en su mano para localizar a sus excompañeros. Primero dio con Makar Goncharenko y, poco a poco, encontró a otros componentes, como Ivan Kuzmenko, uno de los grandes protagonistas de El partido de la muerte (Desfiladero Ediciones), la novela gráfica de Pepe Gálvez y Guillem Escriche que reconstruye los hechos conocidos con ese mismo nombre.

La unión hace la fuerza
Al cabo de unas semanas, meses tal vez, ya se habían reunido 11 jugadores y decidieron organizar un equipo al que llamaron FC Start, un nombre simbólico para este nuevo inicio del que participaron ocho exintegrantes del Dinamo (Trusevich, Sviridovskiy, Korotkykh, Klimenko, Tyutchev, Putistin, Kuzmenko y Goncharenko) y otros tres del Lokomotiv (Balakin, Sukharev y Mielnizhuk). Pasaban hambre, pasaban frío, pero su pasión por el balompié permanecía intacta y comenzaron a competir en 1942 contra conjuntos de guarniciones militares. Ganaron todos los partidos con solvencia pese a las circunstancias. Y llegó el once nazi, que tenía la misión de acabar con la buena racha de resultados del Start por lo civil o lo criminal, no fuera a ser que los deportistas inspiraran una revolución.

El primer partido contra el Flakelf, el equipo de la Luftwaffe (la fuerza aérea nazi), lo ganó el Start por 5-1, pero los alemanes no podían permitir tal humillación y pidieron revancha a celebrar tres días después, el 9 de agosto, sin dar apenas tiempo para la recuperación. Pusieron el árbitro, amenazaron a los futbolistas, agredieron brutalmente al portero, Trusevich, pero el Start volvió a ganar (5-3). Y todavía tuvo tiempo de golear a otro rival, hasta que comenzaron las detenciones de los jugadores –acusados de pertenecer a la NKVD–, las deportaciones a los campos de concentración, los trabajos forzados y las ejecuciones. Por fortuna, hubo tres supervivientes (Tyutchev, Sviridovskiy y Goncharenko) que pudieron contar aquella hazaña, que ha llegado a nuestros días en forma de películas y de cómic, como el que reproducen Gálvez y Escriche.

Una obra tremenda
Gálvez, en el guion, y Escriche, en la ilustración, han culminado una obra tremenda. Tremenda por lo dura y tremenda por lo bella. La historia en sí se consume en un abrir y cerrar de ojos, pero merece la pena entretenerse en cada viñeta, en cada detalle de los dibujos –algunos son extremadamente violentos, pero seguro que la realidad fue mucho peor–, en ese color apagado que acompaña al cómic incluso en las escenas románticas, porque aquellos tiempos fueron muy grises también en las alegrías. Igual que lo que está viviendo ahora el pueblo ucraniano y nos compunge a todos.
