Estos calificativos se emplean para referirse a equipos o jugadores débiles, con los que nadie cuenta, pero, a veces, dan sorpresas
Érase una vez dos personajes que, a menudo, salían de los cuentos para colarse en el mundo del fútbol. Y, casi siempre, para apadrinar a equipos o futbolistas aparentemente débiles o de muy inferior calidad a la del resto de contendientes. Ellos eran Cenicienta y el patito feo.
El adjetivo cenicienta suele aparecer en los torneos cortos, en los que hay fases de grupos previas a las eliminatorias directas. El equipo más débil de la competición —la diferencia con el resto tiene que ser muy clara y notable— se conoce como cenicienta, como sinónimo de inocencia, de fragilidad. No obstante, si atendemos a la definición del diccionario, una cenicienta es una «persona o cosa injustamente postergada, despreciada», como le ocurre al personaje del cuento. Por lo tanto, estos conjuntos a veces dan sorpresas.

El Principito
Menos recurrente, pero también utilizado, es el símil del patito feo, esa ave que nació poco agraciada y terminó convertida en bello cisne. Lo mismo ocurre con ciertos futbolistas y con algún equipo, que pasan de ser denostados por su pobre rendimiento a aclamados por los aciertos sobre el césped.
Más allá de Cenicienta y el patito feo, también los protagonistas de otros cuentos están presentes en el mundo balompédico, como es el caso del Principito, apodo que recibe Antoine Griezmann por su parecido con el personaje de Saint-Exupéry. Y todos ellos fueron felices y comieron perdices.
Fin.