Este elemento indispensable para la vida también lo es para la práctica balompédica
La Tierra es el planeta azul porque hasta el 70% de su superficie está cubierto de agua; el cuerpo humano es entre un 50% y un 70% agua. El agua es esencial para la vida que conocemos… e indispensable en cualquier partido de fútbol que se precie. Y no para beber precisamente. Este elemento de la naturaleza está muy presente en el campo.
El grado de humedad del césped repercute de forma clara en el juego. Es obvio que el balón correrá menos si la hierba está seca que si está mojada, pero sin excesos; si el campo no drena bien, si se encharca, difícil será mover la pelota por el suelo (ya sea con un juego de combinación o individual; hay jugadores que no la sueltan ni con agua caliente). En esos casos es mejor chutarla al cielo, mandarla a las nubes y, en todo caso, el cuero ya se encargará por sí mismo de caer llovido o con nieve; esto es, más bien bombeado, suave.
Salir en tromba, pases filtrados y agua milagrosa
Ahora bien, dentro de un partido hay numerosas acciones pasadas por agua más allá del riego del césped o la lluvia caída. Es el caso del equipo que empieza el partido ejerciendo una fuerte presión sobre el rival, con robos, ocasiones e incluso goles: se dice que ha salido en tromba. El conjunto contrario hace agua y se las ve y se las desea para achicar balones y sabotear los pases filtrados y la circulación fluida de su oponente. A rezar.
Rezar es lo que hacen los aficionados y los entrenadores cuando su estrella se duele en el suelo tras recibir una dura entrada en el área. Espera que el agua milagrosa, esa pócima más secreta que la fórmula de la Coca-Cola que revive a los jugadores como por arte de magia, deje el susto en anécdota. Los rivales, los infractores, dicen que no lo han tocado, que se ha tirado, que es un piscinazo de manual. Al enemigo ni agua. Menos mal que hay VAR… y es que nunca se puede decir que de Steaua no beberé, por mucho que haya quien piensa que el fútbol pierde su esencia con la tecnología.

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